Hola, mi nombre es David y trabajo como auxiliar de geriatría en la Residencia La Concepción.
Aún recuerdo el día que decidí estudiar aquel curso, y sobre todo, cómo muchas personas intentaron quitármelo de la cabeza.
Si tienes tus estudios, dedícate a eso y no a «limpiar culos» me decían. Pero lo que ellos no veían es que para mí este trabajo ni mucho menos es eso.
Me aventuré y gracias al destino acabé trabajando aquí. Y créeme cuando digo que no me arrepiento de la decisión que tomé.
Hago memoria un año atrás, y se me viene a la cabeza la imagen de tantas personas llenas de luz con la vista fijada en mí. «Un chico y joven» qué mas podemos pedir, me decían. Aquel día sentí que me había convertido en parte de su hogar. Con hogar me refiero a que aunque no estén en sus casas o no seamos sus familiares, permitidme que os diga que para mí sí lo somos, somos una familia que convive en un centro que hemos convertido en nuestro hogar. Para mí, cada uno de los residentes que componen este centro, así como todos y cada uno de mis compañeros se han convertido en parte de mí, en mi gran familia.
Creedme cuando os digo que mi trabajo no es cambiar un pañal o asear; trabajo acompañado, siendo la cuarta pata del banco cuando está a punto de caerse; viendo cómo evolucionan día a día; su compañero de charlas y risas; el que escucha cada uno de sus sabios consejos por la diferencia tan grande de edad o por desgracia, y la más complicada, siendo la persona que les acompaña hasta el fin de sus días.
Son esas pequeñas cosas las que tanto a mí como a mis compañeros nos da la fuerza para continuar preparándonos para crecer y ser mejores profesionales.
Nuestra tarea diaria no podría realizarse si no hubiera un equipo de profesionales que respaldan y complementan todo este esfuerzo. Por esta razón, sin ellos, no podría ser el profesional que soy a día de hoy, y les doy las gracias por cada una de las cosas que me han enseñado durante este proceso de crecimiento profesional.
Así que sí, ESTOY ORGULLOSO de ser la persona que cambia los pañales tal y como la sociedad nos cataloga, tanto a mí como al resto de mis compañeros; pero más lo estoy aún de ser la persona que recibe cada día una mirada de complicidad, una sonrisa o un buen achuchón.
Firmado, David 🙂
